Nexofía – La Torre del Virrey – Instituto de Estudios Culturales Avanzados. Valencia. España.
Editorial Almaluz. Buenos Aires: 2025.
No es ninguna novedad que el populismo ha logrado consolidarse como una forma y una estrategia de la política contemporánea. No se trata de un fenómeno inherente a algún tipo de geografía económica o propio de determinada condición social. La evidencia demuestra que no hay sociedad ni sistema político “inmune” a esta práctica política, cuya dinámica social produce una quiebra con toda forma de comunicación orientada al entendimiento. En el populismo, la dimensión emocional se apodera de la retórica pública y privada, y mediante esta totalización discursiva comienza el socavamiento de lo político en su acepción clásica, entendido como la argumentación racional en el marco de la paridad normativa, abriéndose paso una discursividad teológica, la cual asume sus propias razones con un carácter sacro. Este carácter sagrado –rasgo típico de todo populismo–, buscará ser preservado de toda profanación, esto es, de todo argumento o suceso que tenga el potencial de desacralizarlo, de desmitificarlo. De esa manera, políticos, intelectuales y medios de comunicación ingresan en una curva de justificaciones y contradicciones de la que resulta cada vez más difícil salirse, y cuando esta dinámica permea agresivamente en la sociedad, la aparición de un discurso anclado en un “nosotros” y un “ellos” subvierte la dimensión dialógica y tradicionalmente conflictiva que constituye a lo político para configurar un escenario antiliberal y antirrepublicano, en el que las clásicas conflictividades de la política se tornan personales, por lo que las razones de los adversarios dejan de ser razones entendidas como diferencias políticas para convertirse en ideas que deben ser demonizadas. El populismo crea así un escenario en el que la política toda tiende a contaminarse con una retórica de trincheras, y el adversario tradicional se transforma poco a poco en un enemigo en clave anti-política, esto es, en un enemigo privado.
El populismo seguirá siendo “efectivo” en la medida en que los argumentos propios sean considerados moralmente superiores.
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